Coctelería

La copa Martini

 

Martini es el trago más gourmet, sensual, sutil, maravilloso, elegante, fashion, cool, chic, in, mítico… y podemos mencionar otros cien calificativos para referirnos al rey absoluto de los cócteles.

Para él se adoptó una copa de cocktail igual a la del Manhattan que comenzó a hacerse tan conocida que finalmente cambió su nombre por el de Martini. La elegancia de esta copa hace relucir a sus adeptos: su formato es de perfil triangular, tallo alto, y con una capacidad pequeña, de unos 120 mililitros (lo que equivale a 4 onzas). Existen también copas de 2 onzas y hasta de 9 onzas. Por su lógica, esta copa invita a tragos elegantes, que se sirvan sin hielo y se beban en poco tiempo. Un buen ejemplo, claro está, es un Dry Martini.

Los orígenes del Martini son muy variados. Dicen que el primer experimento comenzó en Holanda en el año 1500, cuando se intentó crear una bebida medicinal compuesta de enebro y el zumo de bayas destiladas, maceradas en aguardiente. La llamaron “ginebra” y tuvo muy buena aceptación.
Otras teorías lo ubican en Italia, donde se mezcló ginebra con vermú, e Inglaterra, donde dicen que adoptó su nombre del rifle Martini & Henry usado por el ejército británico, que daba un disparo seco, limpio y certero como el trago.

En América varias ciudades de Estados Unidos se disputan su paternidad. Por ejemplo, a principios del Siglo XX en Nueva York, un barman de apellido Martini que trabajaba en el hotel Knickerbrocker, inventó la mezcla para ofrecer a sus clientes un aperitivo seco. Mezcló mitad de ginebra y mitad de vermú con unas gotas de naranja; enfrió su fórmula y la sirvió en una copa triangular helada, que con el tiempo derivaría en la imagen con la aceituna. Otra leyenda data de fines del Siglo XIX en la ciudad de Martínez, California, donde un rico minero ofreció una recompensa de oro al bar de Julio Richelieu a cambio de un estupendo cóctel. El minero eligió como ganadora a una mezcla de 3 partes de gin y una de vermú rojo con una aceituna adentro, y la bautizó ‘Martínez’ en honor a la ciudad, que en ese entonces era un pueblo. San Francisco no se quedó atrás: hace muchos años un barman acostumbraba poner a sus tragos un nombre relacionado con el cliente para quien lo había preparado. Un día una persona salió muy contenta por una mezcla de ginebra con vermú que el cantinero le había realizado. Éste no sabía su nombre pero sí que se dirigía al pueblo californiano de Martínez, así que bautizó su trago como “Martínez”, que en inglés suena como marteenee. Cada primavera, los habitantes de la bahía de San Francisco festejan en honor a su Dry Martini.
Además, este cóctel ha sido (y es) tan popular que tuvo sus adeptos en el mundo del entretenimiento, de las artes y la política. Por ejemplo, la conocida anécdota de Hollywood en la película James Bond, cuando

James, un gran conocedor de vinos y licores, prefiere su Martini revuelto y no batido. Esa es la pregunta que frecuentemente recorre los bares de todo el mundo y que podría tener su respuesta en que cuando un Martini se revuelve con hielo, la bebida termina transparente porque los elementos se mezclan delicadamente. En cambio, batido mantiene un efecto nebuloso, pues el hielo se rompe en pedazos más pequeños y el frío se reparte más rápido pero en forma descontrolada. ¿Probablemente Bond se cubría así de un potencial envenenador? Sin embargo, es probable que un bebedor experimentado no pueda diferenciar entre uno y otro. Lo que sí parece sorprendente, y que explicaría el inacabable vigor de Bond, es que un equipo de biotecnólogos descubrió recientemente que las naturales propiedades antioxidantes del gin y del vermut se incrementan al ser mezclados, y más aún, al ser agitados, éstas se elevan poderosamente.

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